Previo a ello, desde las 14.30, se desarrollará la Asamblea General ordinaria donde en el orden del día está como tema principal la aprobación de la Memoria y Balance del último período.
Quienes observan lo que sucede en el «celeste del Imperio» han descubierto que con esta contienda electoral sucedió lo mismo que en el 2002, cuando la lista que impulsaba a Mario García Cocco venció a la que proponía al ingeniero Jorge Artundo.
Asociación Atlética Estudiantes es el club con mayor convocatoria de público en las competencias superiores de fútbol, pero muy «flaco», casi «nulo» a la hora de exhibir masa societaria.
En las agendas políticas de propuestas, promesas y discursos de los dos candidatos se observan pocas diferencias, pero, de lo escuchado y leído hasta el momento, las prioridades para el día en que comience la cuenta regresiva del período de gestión, son otras.
Es en este escenario donde hay una gran batería de acciones que se deberán tener en cuenta, a la hora de tomar definiciones para actuar la pregunta vuelver a resonar por Avenida España: ¿es Asociación Atlética Estudiantes un club con fútbol o un club de fútbol?.
Después de 102 años de existencia ya no caben dudas. En derredor del fútbol, el «celeste del Imperio» desarrolla su vida institucional. Los grandes hitos deportivos lo marcan.
Los dirigentes que han quedado en la memoria colectiva lo han logrado por lo bueno que han realizado en cuanto a la conformación de los equipos de fútbol o para mejorar la infraestructura del estadio «Ciudad de Río Cuarto – Antonio L. J. Candini».
Ante esto, lo que se deberá observar con mucho detenimiento en la próxima gestión es cómo desde un ordenamiento del fútbol (profesional, amateur y formativo) se perfila una conducción que comenzará a gestionar con el campeonato local ya en marcha -se llevaran disputadas tres fechas-, con uno de los candidatos en la contienda -Alicio Dagatti- que incorporó en la agenda electoral el nombre de Hugo Mattea como técnico en el próximo torneo Federal B y, por si todo esto fuera poco, la enorme responsabilidad de ser protagonista en un certamen superior que tendrá otras características competitivas mucho más complicadas que lo que fueron las últimas dos, donde el «celeste del Imperio» no consiguió el objetivo de ascender.